Abucheos y palmadas

    Por Gerardo

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    El abucheo a los gobernadores es una de las constantes en las giras del presidente López Obrador por la república. No de balde sus partidos perdieron las elecciones federales de 2018. La única entidad donde triunfó la fuerza política dominante es Guanajuato. El castigo a los mandatarios locales y a sus formaciones se observa en la composición de las cámaras de Diputados y de Senadores y en los congresos estatales. Cinco años después de haber obtenido su registro, Morena gobierna ya cinco estados: Chiapas, Ciudad de México, Morelos, Tabasco y Veracruz. El PAN tardó medio siglo en obtener su primera gubernatura (Baja California).

    Ningún gobernador se ha salvado de las rechiflas y denuncias ciudadanas delante de AMLO, incluso quienes no lo han acompañado a la entrega de apoyos de programas sociales, como el de Aguascalientes, el 8 de marzo, «para no prestarnos al juego de grupúsculos que quieren divertirse como si la visita del presidente fuera la llegada de un circo romano». En un video difundido en las redes y en YouTube, Martín Orozco (PAN) cita al mandatario federal: «Este tipo de acciones representan un gran infantilismo político de quien lo provoca».

    El presidente explicó la ausencia de Orozco: «(así) se convino, llegamos al acuerdo de que era mejor por lo que ha venido pasando, no prestarnos a un mal rato. Era mejor actuar con prudencia, pero aprovecho para decirles que el gobernador de Aguascalientes se ha portado muy respetuoso con nosotros y les pido que respetemos a las autoridades. (…) Tenemos que respetar todas las maneras de pensar, todas las religiones y respetar también a los librepensadores».

    AMLO recurrió incluso a la Sagrada Escritura para aplacar la ira popular. «A ver, los que son creyentes: ¿cuál es el libro fundamental? ¡La Biblia! ¿Y qué dice la Biblia, el Antiguo Testamento? Que hay que respetar a la autoridad, ¿o no?». Dueño de la situación, el presidente arengó: «Cada quien es libre; yo nada más comento que no perdemos nada respetándonos unos a otros». Con esa libertad, el público abucheó con «deferencia» al gobernador Orozco.

    En Coahuila, Miguel Riquelme quiso tomar las cosas con espíritu olímpico. Tras las rechiflas en Monclova, primer municipio del estado donde hubo alternancia (PRI-PAN, en 1979), ironizó: «Me tocó un poquito menos de abucheo que al maestro Peralta (Colima), que a Pepe Murat (Oaxaca) y que a Héctor Astudillo (Guerrero). A usted le fue bien, presidente». Felipe Calderón no tuvo la misma fortuna cuando visitó Piedras Negras tras las inundaciones de julio de 2010. Las porras fueron para el gobernador Humberto Moreira y los reclamos para el presidente. Todo estaba fríamente calculado.

    Los decibelios por los abucheos se dispararon en Acuña, cuya alcaldía ganó, en las dos últimas elecciones, la coalición formada por Unidad Democrática de Coahuila y el PAN. Durante 30 segundos, Riquelme escuchó gritos de «¡Fuera!… ¡Fuera!», sin desviar la vista del público mientras AMLO cruzaba algunas palabras con Román Meyer Falcón, titular de la Sedatu. «Al cabo…», dijo Riquelme, sin terminar la frase. La moderadora pidió respeto, y el mandatario pudo continuar: «Así nos llevamos aquí, presidente, en Coahuila». La gira concluyó en Piedras Negras, gobernada por Morena después de 90 años de alcaldes del PRI.

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