El PRI neoliberal

    Por Gerardo Hernández González

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    La historia de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador se empezó a escribir en 1987 cuando el líder del PRI, Jorge de la Vega, abrió las puertas de ese partido a quienes desearan abandonarlo. La dedicatoria era para Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, cabezas de la Corriente Crítica, cuya demanda consistía en democratizar el proceso para nombrar candidato presidencial. La batalla la ganó el ala neoliberal, dirigida por Carlos Salinas, y la perdió el sector de izquierda del cual AMLO, entonces de 34 años, formaba parte.

    De la Vega le prometió a Salinas 20 millones de votos, pero el priismo y el país les dieron la espalda y con dificultad consiguieron 9.6 millones. Cárdenas, postulado por el Frente Democrático Nacional (antecedente del PRD), obtuvo 5.9 millones y Manuel Clouthier (PAN) 3.2 millones. El cómputo se suspendió cuando el aspirante de izquierdas llevaba ventaja y la sospecha de fraude adquirió carta de naturalidad. Cárdenas decepcionó a sus seguidores por no defender su presunta victoria; en las dos siguientes elecciones ocupó el tercer lugar. En febrero de 1989, Clouthier formó un gabinete alternativo para vigilar al gobierno de Salinas, integrado por Diego Fernández, Vicente Fox, Carlos Castillo y otros líderes del PAN. El 1 de octubre de ese mismo año, Clouthier murió en un extraño accidente de carretera, prensado por tráileres.

    Treinta años después de amputado el brazo socialdemócrata del PRI, AMLO recibió la banda presidencial de un cansado Muñoz Ledo, quien, a sus 85 años, preside la Cámara baja. El acto marcó el fin, al menos temporal, del neoliberalismo implantado en el gobierno de Miguel de la Madrid, profundizado en el de Salinas y seguido a pie juntillas por Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto. «El distintivo del neoliberalismo es la corrupción», acusó el ejecutivo federal en su primer mensaje.

    José López Portillo se autodenominó «el último presidente de la revolución», y lo fue. Después de su sexenio (1976-1982), los gobiernos sucesivos del PRI y del PAN privilegiaron la economía de mercado, olvidaron su compromiso con las mayorías y supeditaron el interés del Estado al de la oligarquía nacional y extranjera. «Suena fuerte, pero privatización ha sido en México sinónimo de corrupción. Desgraciadamente casi siempre ha existido este mal en nuestro país, pero lo sucedido durante el periodo neoliberal no tiene precedente en estos tiempos que el sistema en su conjunto ha operado para la corrupción. El poder político y el poder económico se han alimentado y nutrido mutuamente y se ha implantado como modusoperandiel robo de los bienes del pueblo y de las riquezas de la nación», recalcó AMLO ante un Peña Nieto demudado.

    El movimiento antineoliberal y las protestas sociales contra la corrupción se han extendido y propiciado la formación de nuevos partidos frente al agotamiento de las formaciones tradicionales. En marzo de 2017, decenas de intelectuales, artistas, defensores de los derechos humanos, periodistas y referentes políticos y gremiales «del mundo entero», encabezados por el filósofo estadounidense Noam Chomsky, suscribieron una declaración para solidarizarse con el pueblo argentino, «que enfrenta las políticas neoliberales del gobierno de Mauricio Macri».

    En 15 meses —advierten— aumentó en 1.5 millones el número de pobres. «Durante esos meses, además, Argentina tuvo relevancia internacional por diversos casos de corrupción, por los que están siendo investigados el presidente y su entorno: Panamá Papers, Odebrecht (…)», dice el documento. Si el nombre del país se sustituyera por el de México y el de Macri por el de Peña, nadie advertiría la diferencia; salvo porque aquí el expresidente no es investigado.

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