Antes y después de AMLO

    Por Gerardo Hernández González

    0
    735
    En México habrá un antes y un después de Andrés Manuel López Obrador. Esa es la aspiración del presidente, y puede cumplirse si la cuarta transformación deviene en éxito o su gobierno resulta peor que el de Peña Nieto; ambos escenarios son posibles. El tabasqueño se asume como un mesías cuya misión consiste en pacificar al país y liberarlo de la corrupción y la pobreza. Perdona a los políticos venales por compasión y espíritu cristiano, más que por falta de cupo en las prisiones. La amnistía es música para los oídos de gobernadores, alcaldes,
    secretarios de estado, legisladores y funcionarios de los tres órdenes de gobierno convertidos en multimillonarios a costa de los mexicanos.
    AMLO ofreció combatir la corrupción, no perdonarla. Además, ¿en nombre de quién y con qué derecho? Legiones lo votaron solo por ver en la cárcel a las autoridades locales y federales que abusaron del poder, vaciaron las arcas públicas, envilecieron la justicia e incendiaron al país junto con el crimen organizado. No es cuestión de venganza, sino de elemental justicia. Absolver a los Moreira, a los Duarte, a Ruiz Esparza, a Rosario Robles, a Videgaray y al propio
    Peña Nieto, traiciona la confianza de millones de mexicanos.
    No se puede gobernar con marchas y contramarchas. AMLO empieza su gobierno con un desgaste inusual, no por falta de legitimidad, como Salinas de Gortari, Felipe Calderón y Peña, sino por sus dislates y contradicciones. Ha tomado decisiones que socavan su credibilidad e independencia. Una de las más controvertidas fue aceptar la asesoría de figuras a las que antes fustigó e identificó con la mafia del poder [Ricardo Salinas Pliego (TV Azteca), Bernardo
    Gómez (Televisa), Olegario Vázquez Aldir (Grupo Imagen Multimedia), Carlos Hank González (Banorte), Miguel Rincón Arredondo (Bio Pappel), compadre de Humberto Moreira; Sergio Gutiérrez Muguerza (De Acero) y Miguel Alemán Magnani (Grupo Alemán), nieto del expresidente e hijo del exgobernador de Veracruz homónimos].
    En su toma de posesión ofreció consultar a los mexicanos si están de acuerdo en perdonar a los corruptos. Debe hacerlo, sobre todo con respecto a los gobernadores que endeudaron a sus estados, desviaron miles de millones de pesos a empresas fantasma y permitieron a los carteles de la droga cometer las peores atrocidades contra la población civil como sucedió en Coahuila durante el moreirato. Sin castigo no puede haber reconciliación ni mucho menos
    regeneración. El daño se le causó al país y a los estados, no al patrimonio de López Obrador. Preservar el sistema de impunidad debilita el Estado de derecho, precario o inexistente en México. La figura del presidente Ernesto Zedillo se agiganta frente a la del “Mesías tropical” prefigurado por Enrique Krauze en Letras Libres (2003).
    Con la oligarquía humillada y rendida al poder para proteger sus intereses — siempre ha sido así—, un Congreso igualmente sometido al capricho del caudillo y gobernadores maniatados y neutralizados por los coordinadores de AMLO, queda en manos de la sociedad civil y de la prensa independiente ser el contrapeso de un presidente todopoderoso. Si la democracia representativa fue secuestrada por los partidos y los gobiernos, la participativa, tal como la entienden Morena y su líder, puede provocar males mayores, algunos incluso irremediables.
    Pues el objetivo no es ciudadanizar las decisiones, sino simular y entregar el país a un
    solo hombre. Llegó la hora de abrocharse el cinturón.
    Comentarios de Facebook