La caravana del hambre

    Por Jesús R. Cedillo

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    En estos últimos días, últimas semanas, vaya, dos noticias han hecho creer a este escritor que el Apocalipsis llega hoy y no mañana. El Apocalipsis es ahora. Un jinete recorre desde Centroamérica primero la selva y amenaza con llegar aquí, ojo, dije “amenaza” ¿Lo considero así? Sí.
    Es la llamada “Caravana del hambre” (ya son dos caravanas al día de hoy) de hermanos
    centroamericanos que buscan llegar a mejores oportunidades de vida, eso aún llamado el paraíso gringo, el sueño americano. Sueño americano que lo más probable, terminará en México. ¿Ha visto las imágenes? Son brutales. El fin de la humanidad no va a llegar del espacio (alienígenas), no va a llegar vía es creatura monstruosa creada por los japoneses (Godzilla), el fin de la humanidad no va a llegar cuando en al selva se despierte a ese chango gigantesco y milenario (King Kong), no, basura de ficción. El fin de la humanidad está tocando nuestra puerta del sur y se llama migración (como casi en todo el mundo) y hambre.
    Usted lo sabe, amo a Chiapas, de hecho, me asumo chiapaneco a la menor provocación posible. Voy con cierta regularidad a ese bello Estado aunque a últimas fechas y por falta de pesos, me la paso anclado en esta porción y sólo llego y con pena de mi maltrecha espalda, hasta la ciudad de México. No más. Pero pronto voy a ir, ¡si señor! y Chiapas es deslumbrante, como Guatemala, Honduras, El Salvador… Chiapas usted lo sabe, ofrece una de las cocinas más ricas de México. Los frutos que da la tierra son vastos, variados y
    deslumbrantes. Alguna de las varias ocasiones en que llegué en camión a Tuxtla Gutiérrez, su capital, justo antes, en Cintalapa (como Ramos Arizpe, pues), el camión paró a hacer escala técnica y subieron unos vendedores de frutas. Los mangos que ofrecían eran bellos, enormes, se veían jugosos… no resistí las ganas de comprar uno o dos para disfrutarlos y en poco tiempo, llegar a Tuxtla.
    Recuerdo que en ese entonces (¿2004-2005 o 2006?, mi memoria es precaria), pregunté precio (digamos hoy, alrededor de 10 pesos) y sí, dije, está muy barato un mango aquí. Ojo, un mango. Le di al indígena mi dinero… y regresó con un saco, arpillera o como usted le diga a un enorme bulto como de cemento, ¡atascado de mangos!
    Me quedé boquiabierto y le dije amablemente que con dos mangos era suficiente, la dignidad del indígena vendedor era mucha. Él me insistió a la vez que no podía aceptar el dinero completo y que mejor me lo regresaba y me quedara con mis dos mangos petacones. Le dije e insistí que no, yo consideraba justo pagar eso por dos mangos. Salomónicamente, bajó del autobús y me trajo en una bolsa más pequeña, más mangos y otros frutos de la deslumbrante tierra que es Chiapas.
    Pero, así como esta tierra (Chiapas, Veracruz, Yucatán, El Salvador, Honduras, Guatemala…), su ecosistema es rico y abundante, es pobre y todo se pudre en cuestión de horas. El ecosistema es rico y pobre a la vez y sin contradicción de por medio. Miles, miles de centroamericanos buscan trabajo y comida en México y Estados Unidos, cuando usted lo sabe, es lo que hace falta precisamente a nuestro hermanos mexicanos.
    La otra noticia de espanto vinculada no con la comida, con la gastronomía, sino con nuestra sobrevivencia completa, es el corte de agua en la bella ciudad de México, nota de la cual nos ocupamos la columna pasada. En un país anegado y hasta el cuello de agua de lluvia (huracanes en flor), no hay agua potable. ¿Contradicción? No, es sencillamente falta de planeación pro parte de las autoridades de la ciudad de México, sí, a la cabeza Andrés Manuel López Obrador y su corte de claques.
    ¿Usted cuántos días puede sobrevivir sin agua potable? ¿Usted tiene trabajo digno y bien pagado para un par de hermanos hondureños, de llegar estos a tocar su puerta? El Apocalipsis del hambre toca a la puerta. Según la ONU, más de 821 millones de personas se van a la cama diario, sin ingerir las “calorías mínimas” para sobrevivir al día siguiente.
    Este y no otro, es el mundo y México ahora.
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