¿El fin de la violencia?

    Por Jesús R. Cedillo

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    La ciudad ignora la belleza de un crepúsculo. Hacinados, los obreros los cuales diario se trasladan de sus colonias-colmenas a su fábrica donde habrán de dejar su vida por un precario y miserable salario, de regreso, ignoran la belleza de un crepúsculo. La noche no es un fuego nocturno al cual habría que acercarnos por su belleza y hondura, no; la noche es un balido de un cordero degollado, como los inmolados por Herodes en tiempos cristianos. La noche hiere, brama, mutila, viola, lacera nuestros cuerpos y nuestra mente pero sobre todo, la noche hoy se hizo para tener miedo. Harto miedo. Como antes. Como en el espeso y cerrado bosque. Como en el inmenso y acechante desierto. Hoy, no los niños, sino los adultos duermen con todos los focos de la casa encendidos, esperando una sombra o fantasma enemigo los cuales pueden infligir dolor sin piedad y sin remordimiento alguno. Las ciudades hace mucho y en México, ignoran la belleza de un crepúsculo. Entre más rápido se llegue a la precaria seguridad de la casa, mejor. Aunque esa misma morada puede convertirse en nuestra misma fosa común…

    En los últimos dos lustros o un poco más, he puesto el acento una y otra vez en la violencia, la sevicia extrema que viene azotando al país en general y a Coahuila y Saltillo en particular. Empecé a coleccionar notas al respecto, debido a dos advertencias que al parecer y en su momento y aún ahora, cayeron en tierra yerma. Nadie hizo caso. Hoy es un problema brutal. Cuando iniciaron las masacres por parte de los diversos cárteles del narcotráfico y grupos delincuenciales en todo México, y ante “La brutalidad y la barbarie” que se presentaba “más allá de lo imaginable” –apreciación en su momento de la entonces poderosa Secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton–, el mejor reportero del mundo, John Lee Anderson dijo en nuestro país, específicamente en Zacatecas en un congreso de periodismo: “Ustedes los periodistas mexicanos tienen que averiguar qué es lo que enmascara a la sociedad mexicana para encerrar en su seno tanta violencia… no es posible que tanta violencia y que criminales tan sádicos, tan imaginativamente sádicos hayan surgido de pronto en el panorama mexicano. Algo esconde la sociedad mexicana que lo fue incubando durante años y años.”

    Estos dos focos amarillos encendidos y apenas en un par de años, se volvieron focos rojos. Tengo un buen de años escribiendo este par de citas las cuales se quedaron tatuadas en mi abecedario. El par de ideas me revolotean todo el tiempo en la cabeza y periódicamente, en los diversos medios donde publico, he presentado mi exploración e ideas al respecto. A últimas fechas, he comprado volúmenes, libros, he preguntado y charlado con psicólogos, académicos, historiadores y escritores sobre este flagelo que en México, obliga a cerrar los ojos por tanto dolor infringido. Horroriza la violencia, la sevicia, el mal, pero hay que tratar de entenderlo, explorarlo, analizarlo. Dejarlo en letra redonda. Y hablando de ello, aquí en este espacio editorial y periodístico, pronto voy a presentar un largo ensayo al respecto, bajo la autorización de mis editores, María Guadalupe Durán y Marcos Durán Flores. Hoy, esto es digamos, como un adelanto, una entrada en  materia.

    Este pequeño trabajo de hoy y un texto más, es una especie de liminar de un libro completo que estoy tratando de escribir al respecto y que insisto, aquí se lo presentaré en capítulos. Como siempre, me hace falta tiempo, dineros y espacio destinado a ello, pero hoy le pongo a su consideración  algunas ideas que pueden ayudarle a usted a cuadricular este puzle ahora sí, demoniaco. ¿Cuál es la raíz del mal en los seres humanos, estamos podridos desde nacimiento y sólo hace falta una chispa en el exterior para detonar en nuestro interior toda la maldad, crueldad y dolor para infringirlo alrededor sin piedad y sin sentimientos? ¿Qué tenemos los mexicanos en nuestro interior, qué nos habita? ¿Hacer caso de la Biblia cuando se lee en Génesis 6:5, “(Jehová vio)… que la maldad de los hombres era mucha.”? Tal vez.

    En 1960, Jaques Lacan llamó al mal radical “la cosa.” Luego, Braudillard afirmó en la década de los noventa del siglo pasado, que el mal está en todas partes y en todo estrato de la sociedad y que tenemos tanto miedo de enfrentarlo, que preferimos “disfrazarlo” o de plano, no nombrarlo. Por esto, el mago del terror, del mal y misterio, Stephan King, bautizó a una de sus creaturas, “It.” ¿Un día van a ser destruidos y derrotados aquellos a los cuales definimos como malos? Si usted cree en la Biblia, sí. Eso dice el Salmo 92:7: “Cuando los inicuos broten como la vegetación y todos los practicantes de lo que es perjudicial florezcan, es para que ese día sean aniquilados para siempre.” (Parágrafo en versión a lenguaje actual, de su servidor).

    Un día, a uno de mis jóvenes sobrinos, le asignaron una casa de Infonavit en Ramos Arizpe, Coahuila. Matrimonio en plena formación, se cambió a su nueva casa con su joven esposa y su pequeña hija. El gusto les duró lo que dura un soplo, una voluta de humo. Era algo cercano al infierno. Resentidos sociales los cercaban, sonido demoniaco de música diario, inseguridad latente de día y de noche… optaron por dejar su residencia que recién les habían asignado. Preferible rentar en un barrio de mediano pelo, pero seguros tanto él como ella y su hija. En Coahuila, hay 17 mil 517 casas en abandono del Infonavit (datos de Francisco Javier Valdespino, Delegado en Coahuila). ¿Cuántas de estas casas están abandonadas por la in seguridad y violencia latente en dichas colonias? ¿Cuánto es el costo de padecer la violencia en México? La inseguridad y delitos en los hogares le cuesta al país, 229,100 millones de pesos (cifra de 2016, INEGI). El 1.1% del PIB. ¿Sólo con la llegada del “purificador” Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia, se acabará de cuajo y tajo la violencia extrema de México? Vamos iniciando.

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