AMLO y el dinosaurio

    Por Gerardo Hernández González

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    Porfirio Muñoz Ledo entregó la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador ante cuatro expresidentes del PRI, cuya representación en el Congreso general es la más flaca en cantidad y calidad (47 diputados y 15 senadores). Dulce María Sauri, Enrique Ochoa, René Juárez y Claudia Ruiz Massieu tienen en común el signo de la derrota. Sauri era líder cuando el partido fundado por Plutarco Elías Calles perdió por vez primera la presidencia de la República; los otros cubrieron el periodo en el cual se postuló al primer candidato externo (José Antonio Meade) para sufrir su peor fracaso en las urnas.

    Muñoz Ledo fue uno de los últimos ideólogos del PRI, después de Jesús Reyes Heroles, y como líder de ese partido ganó las elecciones presidenciales de 1976 con José López Portillo. Nada extraordinario, pues el PAN no presentó candidato. También presidió el PRD; el PARM lo postuló para la presidencia en 2000 y ha sido senador por el PRD y diputado federal por el PT; ahora lo es por Morena. En 1988, interpeló al presidente Miguel de la Madrid, y fue el primer diputado de oposición en responder un informe (a Ernesto Zedillo).

    Frente a un personaje de la talla de Muñoz Ledo, quien también ocupó la Secretaría del Trabajo, la presidencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y representó a México ante la Unesco y la Unión Europea (propuesto por Vicente Fox), los últimos líderes del PRI son una caricatura. Sobre todo, Enrique Ochoa, impuesto por el expresidente Peña Nieto, sólo para dividir al priismo y contribuir a la derrota de Meade. En premio recibió una diputación plurinominal.

    René Juárez, exgobernador de Guerrero, relevó a Ochoa cuando López Obrador ya tenía medio cuerpo dentro del Palacio Nacional. También es diputado de representación proporcional. Ruiz Massieu, la actual dirigente, es sobrina del expresidente Carlos Salinas de Gortari y senadora plurinominal.

    En el Congreso quedan los rescoldos del peñismo: Miguel Osorio, mediocre secretario de Gobernación y aspirante frustrado a la presidencia; Enrique Miranda, el insolente exsecretario de Sedesol; Nuria Mayorga, del grupo de Osorio, y Vanessa Rubio, del equipo de Meade. También los exgobernadores Eruviel Ávila (Estado de México) y Rubén Moreira (Coahuila) en cuyos periodos se cometieron graves violaciones a los derechos humanos.

    La nueva aplanadora en las cámaras de Diputados y de Senadores es Morena. En Coahuila, el partido del presidente López Obrador ganó tres diputaciones (de siete) y las dos senadurías de mayoría. Tribuno, polemista y hombre de una vasta cultura, Muñoz Ledo preside a sus 85 años la Cámara de Diputados y da cátedra a los últimos líderes del PRI –vacuos y arrogantes– de cómo hacer política y sobrevivir en sus mares procelosos; pero, sobre todo, de cómo cambiar de partido sin perder figura.

    A veces exagera: «Desde la más intensa cercanía confirmé ayer que Andrés Manuel @lopezobrador_ha tenido una transfiguración: se mostró con una convicción profunda, más allá del poder y de la gloria. Se reveló como un personaje místico, un cruzado, un iluminado. (1/2) La entrega que ofreció al pueblo de México es total. Se ha dicho que es un protestante disfrazado. Es un auténtico hijo laico de Dios y un servidor de la patria. Sigámoslo y cuidémoslo todos. (2/2)», publicó el 2 de diciembre en su cuenta de Twitter. Ochoa, Juárez y Ruiz Massieu ni para eso tuvieron gracia.

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