La tiranía neoliberal

    Por Gerardo Hernández González

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    El triunfo de Andrés Manuel López Obrador no sorprendió ni a los más escépticos. Un año antes de los comicios, el Barómetro de Confianza de Edelman reveló que el 67% de los mexicanos se sentía defraudado por el sistema, pues “les ha fallado, es injusto y ofrece pocas esperanzas para el futuro”. Una encuesta del Centro de Investigaciones Pew encontró que el 93% del país se hallaba insatisfecho con el funcionamiento de la democracia y más del 90% desconfiaba de su Gobierno (Espacio 4, 585).

    En el Índice de Percepción de Corrupción 2017 de Transparencia Internacional, México cayó al lugar 135 donde se localizan Honduras, Laos, Papúa de Guinea, Paraguay, Rusia y otros países. En 2012, último año de la gestión de Felipe Calderón, ocupaba la posición 105. AMLO prometió en campaña erradicar la corrupción. Vicente Fox y Felipe Calderón hicieron el mismo ofrecimiento, pero no cumplieron. El fenómeno se agravó con Peña Nieto. Uno de los casos más agraviantes para la sociedad fue el de la “casa blanca”.

    El desencanto por la democracia representativa es un fenómeno mundial relacionado con la economía y el mercado. AMLO se ha declarado antineoliberal y propugna por la soberanía del Estado. El filósofo y activista estadunidense Noam Chomsky advierte: “El neoliberalismo existe, pero sólo para los pobres. El mercado libre es para ellos, no para nosotros. Esa es la historia del capitalismo”. Para el autor de Réquiem por el sueño americano (Editorial Sexto Piso, 2017), “Las grandes corporaciones han emprendido la lucha de clases, son auténticos marxistas, pero con los valores invertidos. Los principios del libre mercado son estupendos para aplicárselos a los pobres, pero a los muy ricos se los protege” (El País, 9-03-18). Es la tesis de AMLO.

    Entre los beneficiarios del neoliberalismo, Chomsky cita a la industria energética, la economía de alta tecnología y las corporaciones financieras. “Todos ellos viven con un seguro: se les considera demasiado grandes para caer y se los rescata si tienen problemas. Al final, los impuestos sirven para subvencionar a estas entidades y con ellas a los ricos y poderosos. Pero además se le dice a la población que el Estado es el problema y se reduce su campo de acción. ¿Y qué ocurre? Su espacio es ocupado por el poder privado y la tiranía de las grandes entidades resulta cada vez mayor”.

    Entrevistado por Jan Martínez Ahrens para su suplemento cultural Babelia, el profesor emérito de lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts advierte que tras 40 años de neoliberalismo, “La concentración aguda de riqueza en manos privadas ha venido acompañada de una pérdida del poder de la población general. La gente se percibe menos representada y lleva una vida precaria con trabajos cada vez peores. El resultado es una mezcla de enfado, miedo y escapismo. Ya no se confía ni en los mismos hechos. Hay quien le llama populismo, pero en realidad es descrédito de las instituciones”.

    Con tres campañas presidenciales a cuestas, AMLO captó esa realidad y la plasmó en un discurso simple, sin rebuscamientos, dirigido a millones de mexicanos abandonados a su suerte frente a las fuerzas del mercado. La corrupción fortaleció el “capitalismo de amigos” (James J. Heckman dixit), vulneró al Estado y propició una crisis política y de confianza en las instituciones cuyo colofón fue la aplastante derrota del PRI y el PAN, partidos que siguieron el modelo neoliberal a pie juntillas.

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