¿Ustedes quieren irse? 1/2

    Por Jesús R. Cedillo

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    Nos inventamos dioses y demonios. Desde siempre. El sabio Thomas Hobbes así lo dijo en su obra por todos conocida, pero poco leída, “Leviatán”: “El temor de las cosas invisibles es la semilla natural de lo que cada uno llama para sí mismo religión.” Y si hay religión hay la dualidad siempre funesta de bondad/maldad. Héroes y villanos, dioses y demonios. En la India, 600 años antes de Cristo, se lee: “Hay mundos poseídos por demonios, regiones de total oscuridad.” Pero, como al final de cuentas en este lado del orbe, somos cristianos, lo que más prevalece es precisamente lo anterior, debatirnos entre dioses y demonios. Así nos han enseñado desde pequeños. Así les seguimos enseñando a los niños en formación.

    La Biblia incluso, afirma que hasta los demonios creen (en Dios) y rezan y toda esa parafernalia, se afirma en Santiago 2:19: “… también los demonios creen y tiemblan.” Caray, nada es nuevo bajo el sol, para decirlo con la jerga clásica. El estudiante más célebre y privilegiado de Sócrates, don Platón, así lo dejó por escrito: “No nombramos a los bueyes señores de los bueyes, ni a las cabras de las cabras, sino que nosotros mismos somos una raza superior y gobernamos sobre ellos. Del mismo modo Dios, en su amor por la humanidad. Puso encima de nosotros a los demonios, que son una raza superior, y ellos, con gran facilidad y placer para ellos, y no menos para nosotros, dándonos paz y reverencia y orden y justicia que nunca flaquea, hicieron felices y unieron a las tribus de los hombres.”

    ¿Lo vio? Para la filosofía antigua, los demonios no son ni buenos ni malos, sino necesarios. Están aquí y nos guían, “dándonos paz y reverencia y orden y justicia…” ¿Cuándo se jodió lo anterior? Pues desde siempre, desde esos mismos tiempos con otros filósofos y otros humanos que pensaban diametralmente… lo opuesto. Aristóteles, estudiante y discípulo de Platón, que a la vez éste fue de Sócrates, lo vimos arriba, decía en su cátedra que los sueños estaban escritos por demonios. Cosa buena no eran. Luego, el gran Plutarco y Porfirio propusieron que los demonios los cuales vivían o llenaban el aire superior, venían de la luna. El poder nocturno, vaya. Y es que antes la noche era noche. Noche cerrada y oscura. Ahora, las bombillas eléctricas lo iluminan todo y sólo sirven para trabajar a destajo, alimentando el sistema de de producción capitalista. Tal vez esto sea entonces el nuevo demonio del cual hay que cuidarnos. Usted lo sabe, Pablo (antes Saulo, cuando era judío) se quejaba de la maldad en las alturas, y las alturas no era el gobierno de los hombres, sino los demonios que allí vivían. Es decir, un resabio de la filosofía neoplatónica que vivimos rápidamente antes.

    “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del mal que están en las alturas.”, se lee en Efesios 6.14. Y como Pablo, el de Tarso, sabía leer y escribir, pues al dejarlo por escrito influyó de un golpe y para siempre, en la filosofía cristiana que usted y yo leemos aún hoy. Tertuliano, como San Agustín, dicen y afirman que “(los demonios) moran en el aire, tienen las estrellas por vecinas y comercian con las mujeres.” Ya luego, también usted lo sabe, esos malévolos demonios,  bajaban de su nube, de su aire y ayuntaban con las mujeres de esta  tierra. De esos “amores” nacían… las brujas. No lo digo yo, lo dijo San Agustín y debido a ello, se cometieron todo tipo de crímenes desde siempre y es difícil creerlo, pero hasta hoy sigue sucediendo en los famosos ritos satánicos que proliferan periódicamente.

    Uno de los más famosos casos de muerte de una hechicera o bruja (decía que oía “voces”) fue el de Juana de Arco, en Francia. La Iglesia católica la condenó a la hoguera. La quemó viva. Dijo que era una bruja. 500 años después, la misma Iglesia dijo que no, se habían equivocado, no bruja, sino… Santa. Es Santa Juana de Arco. Y en la Iglesia de San Francisco aquí en Saltillo y en el centro de la ciudad, está su estatua con armadura y todo. Si usted lee puntillosamente la Biblia, en Éxodo 22:18 se lee rápidamente: “A la hechicera no la dejarás con vida.” De aquí la famosa quema de brujas y hechiceros, la inquisición, vaya. Luego, en Levítico 20:27, se lee: “El hombre o la mujer en que haya espíritu de nigromante o adivino, debe morir. Los lapidarán. Caerá su sangre sobre ellos.”

    ¿Todo, todo lo anterior es cosa del lejano pasado? Pues no, desgraciadamente no. Con variantes, esto y no otra cosa (seres superiores, gurús, hechiceros y lavadores de cerebro) es lo que se está desarrollando desde hace algunos meses con el juicio al “gurú espiritual” Keith Raniere, detenido en México y acusado de “esclavitud sexual” y otras linduras, el cual tatuaba a sus esclavas sin anestesia y a las cuales les obligaba a tener relaciones sexuales y protagonizar videos de todo tipo. Involucrados y en la investigación federal de Estados Unidos en Nueva York (Secta NXIVM que prometía “empoderar a la gente”), aparecieron hartos mexicanos vinculados, como Emiliano Salinas, Edgar Boone, Rosa Laura Junco, Fabiola Sánchez de la Madrid, Ana Cristina Fox…

    ¿Si los identifica a todos, verdad? ¿Demonios? Sí, aún hay gente que cree en ellos y se dejan seducir y manipular. Lea por favor la segunda parte.

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