Verano: saborear la vida 2/2

    Por Jesús R. Cedillo

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    Saborear la vida. Así de sencillo señor lector. En la columna pasada iniciamos esta definición, este definirnos en la clave de la gastronomía hoy, precisamente hoy que aprieta en al puerta el calor asfixiante del verano.  Situación la cual no pocas veces la han abordado esos escritores señeros los cuales traen la verdad en su palabra. ¿Nos parecemos a la comida, a las frutas, a las legumbres o las legumbres, las frutas, la comida toda se parece a nosotros? Un recordatorio: usted y yo vamos a morir señor lector. No hay duda de eso. Pero como yo deseo lo mejor para usted, usted sin duda va a vivir más que yo. Pero, al final de cuentas y de la partida de naipes aquí en al tierra, nadie es eterno y abandonaremos esta vida y esta tierra. ¿Qué hay del otro lado? Pues sabe. No lo sabemos. ¿Habrá disponible un buen ron para asimilar que ya estamos muertos? No lo sé. ¿Habrá listo y esperándonos un buen banquete con un salmón ahumado en salsa de naranja con aceitunas negras a un lado y pan marinado en ajo? Vaya a usted a saber. Lo bien cierto es que aquí y ahora en esta tierra y vida cotidiana es lo que hay y hay que disfrutarlo.

    Y como la comida, la gastronomía y la bebida forman parte de nuestro ADN, los escritores, esos seres no pocas veces desdichados de la creación, han venido dando cuenta de un descubrimiento gozoso: nuestra vida se asemeja a la gastronomía. La comida es una metáfora de nosotros mismos. ¿Qué es una granada? Es un “corazón/ que late sobre el sembrado…” Según leemos en la poesía de Federico García Lorca. Luego leeremos en su mismo texto: “La espiga es el pan. Es Cristo/ en vida y muerte cuajado./ El olivo es la firmeza/ de la fuerza y el trabajo. La manzana es lo carnal./ fruta esfinge del peca do…”

    Somos lo que comemos. Lo que disfrutamos, paladeamos, gozamos. Y nada más enfadoso que enfrentar al destino, nuestro destino. Destino no pocas veces cruel y nada, nada compasivo. El poeta húngaro, Sàndor Petófi, así lo dijo en su momento:

    Con un vino matapenas

    Vivo feliz y tranquilo:

    Con un vino matapenas

    Me burlo de ti, destino.

    Imagino que así como Lorca comparó a nuestro corazón con la granada y al nosotros acariciar la piel de nuestra mujer y alabar que ésta sea de la tersura de un durazno, usted en su vida señor lector, ha comparado las virtudes de su novia con un buen cielo estrellado, con una manzana pecaminosa como fruto prohibido y un largo etcétera. ¿Pero usted ha comparado a su novia con una buena ensalada de legumbres frescas? Caray, eso es poesía, lea lo siguiente de Miguel Ángel Asturias en un texto corto titulado “Legumbres” el cual es una bella estampa en el libro, “Comiendo en Hungría” para la editorial española Capitán Swing Libros: “Inolvidables berenjenas, lechugas salteadas, paprikas frescas en la ensalada vestida como una novia húngara, calabazas finas hasta olvidar su origen, convertidas en queso, en pastel, en sabor de oro…”

    Sin duda, somos lo que comemos. Esta mínima antología así lo demuestra señor lector. Regresaremos al tema.

     

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