¿A dónde vamos?

    Por Jesús R. Cedillo

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    No creo en Andrés Manuel López Obrador. Planto rápido mi estandarte de batalla: se mueve como un conquistador, se pasea como un conquistador y ¿qué ha conquistado, que ha fundado, qué ha hecho? Nada. El hartazgo de los ciudadanos, millones, necesitaba un catalizador. Ese ente cohesionador fue AMLO. Sólo eso. ¿Es el “Salvador de la patria” que todo mundo espera? Para mí, no. hasta ver qué se mueve y hasta ver precisamente, sus acciones y su programa de gobierno. ¿Hoy? Hoy son buenas intenciones, esperanzas, anhelos, sueños. Sólo eso.

    Mi oficio son las palabras. De todo tipo de pelaje, cresta, intensidad y linaje. Creo en las palabras y su poder fundador. Por eso soy escritor y periodista. Soy un inútil, no sé hacer otra cosa. Así voy a morir. Siendo escritor y periodista. Tal vez estoy equivocado, pero antepongo al pragmatismo, la reflexión. Pienso, luego existo. Siempre he presumido que sí me funciona al menos una neurona. En mi ínsula Barataria, como la de don Sancho Panza, se privilegia la reflexión, el pensamiento y el diálogo o debate, al elogio huero, al panegírico sin mérito. Y lo anterior y a mi juicio, está pasando con la figura mesiánica de Andrés Manuel López Obrador y su arrollador triunfo en las  elecciones pasadas en México.

    Hoy, todo mundo se asume lopezobradorista, todo mundo ve con simpatía al “salvador de la patria” y abjuran de cualquier credo político e ideológico anterior, como el panismo y ni se diga el priismo. La victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana. Mantengo entonces un vicio mayor: como soy escritor y periodista, sólo tengo cuestionamientos, no respuestas. Tengo preguntas, no certezas. A días de su triunfo, ya estoy hasta la madre. El mesías de AMLO se pasea como un conquistador y repito, ¿qué ha conquistado? A un electorado amargo y desdichado, harto de un priismo en sus horas más bajas con Enrique Peña Nieto ya de salida por la puerta de atrás, la de servicio. Ante este panorama desolador, es cuando más que nunca debemos reflexionar y pensar. Poner a funcionar la neurona que Dios nos dio y de la cual yo me jacto pretenciosamente que me trabaja de maravilla.

    A mi no me conmueve la autoflagelación de AMLO y sus acólitos y menos me conmueve por haber sobrevivido a su martirio. No. De posible difunto, hoy es dueño –casi– del país. Por lo anterior, me alzo entonces con la única bandera que tengo a la mano y la cual es mi estandarte: soy escritor y periodista y a mí, en lo personal, me urge reflexionar sobre lo que pasó. Por eso hoy inicio una larga saga de textos políticos (¡ay de mi sufrimiento”, restándolo espacio y tiempo a lo de verdad importante, como lo es la literatura, cine, música, arte) que  tendrán un solo denominador: analizar, reflexionar lo que pasó en las anteriores elecciones en el país. Comenzamos.

    Hay un damnificado mayor de la victoria de Morena y AMLO en las urnas (ojo, es un movimiento, no un partido político. Lo voy a desplumar en otro texto, hay una gran diferencia en esto): es el partido que huele a incienso, mirra y mortaja: el Partido Acción Nacional. No el PRI, sino en el PAN lo perdieron todo. Con apenas cuatro años con vida, Morena le arrebató al PAN absolutamente todo. Incluyendo luego de 18 años, la Senaduría de Coahuila. No poca cosa.

    ¿le pido un favor? Lea esta “Frontera Norte” de hoy en adelante, le voy a contar a dónde vamos, mis juicios sobre el crucificado de Macuspana y sus posibles derroteros. Perdón por no andar ni unirme al jolgorio y borrachera “democrática” que todo mundo ve. No, yo dudo… luego existo.

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